26 de marzo de 2018

Un lugar feliz, un puerto


     Regrese a Mérida que es donde vive mi novia y mi familia, tengo que confesar que no es de mis ciudades favoritas en Venezuela; mi amigo José Miguel, un eterno enamorado de Mérida, ya no hallaba manera ni discurso para convencerme de los encantos de esta y no se explicaba como yo o cualquier otro que viviera en ella no la quería; en fin que me gustaban más las ciudades en las que  estuve viviendo en estos siete años que estuve fuera de ella; cuando venía de visita por algunos días a ver a mi familia me sentía un completo extraño, la dinámica de vida en esta ciudad había cambiado para mí, la gran mayoría de mis amigos y la gente que conocía ya no estaba, o ya no estábamos en la misma sintonía y la verdad es que como disfruto del trabajo, apartarme de él me cuesta un poco. Pero esta vez tenia este propósito de conseguir un poco de equilibrio, de replantearme algunas cosas de la vida y volver a disfrutar de cosas simples que uno pasa por alto por estar inmerso en el acelerado ritmo de operación de un restaurante.

     Estuve un par de meses sin trabajar, alargando un poco las vacaciones, había trabajado por tanto tiempo seguido que quería descansar, hacer cosas que normalmente no hacía por lo complicado de los horarios en la restauración; acostarme temprano, cenar en casa y visitar a mi familia eran cosas que volvía a descubrir y era hasta extraño experimentarlas. Cuando por fin me decidí a volver a trabajar, tenía en mente tres restaurantes catalogados como los mejores de la ciudad para ir a buscar trabajo; solo llegue a ir a uno, y el día anterior había cerrado por remodelación.

     Por la tarde vi una publicación de Gabriel diciendo que necesitaba un cocinero para un nuevo proyecto y lo llame, quedamos en vernos para conversar al respecto y ver que proponía. Al día siguiente me vi con él y con Miguel, el dueño del restaurant; el establecimiento tenía ya tiempo funcionando pero querían relanzarlo, volver a tomar el rumbo que habían perdido; y sin quererlo me topé con Bistronomic, un bonito lugar, con un potencial increíble; un pequeño bistró bien acogedor que me encanto desde el primer momento; me gusto que Miguel era cocinero también y no simplemente un empresario dueño del local; así que ese mismo día les dije que me subía a bordo.

     Empecé a trabajar y me sentía bien, me sentía de nuevo conectado con lo básico, sencillamente cocinaba y hacia comida rica sin preocupaciones; además ahora vivía en la misma ciudad que Nathaly, por lo que contábamos con tiempo para hacer más cosas; nos habíamos conocido estando en ciudades diferentes por lo que compaginar “su” vida con “mi” vida y las cosas del día a día era una experiencia nueva para los dos pero sin duda ha sido maravillosa.

     Al poco tiempo Gabriel se desligo del proyecto; yo había hecho una buena amistad con Miguel y entre los dos empezamos a proponer cosas nuevas; mis responsabilidades y mi implicación con Bistronomic comenzaron a aumentar con la idea de darle una forma un poco más parecida a lo que tenía en mi mente que creía que podíamos desarrollar según la situación del momento, y le dimos rienda suelta a la emoción. Pude incorporar al equipo a personas que consideraba familia, grandes profesionales que disfrutaban del trabajo tanto como lo hago yo, volví a compartir espacios con Mariana, mi hermana de los fogones, y creamos no solo una propuesta interesante sino también una excelente dinámica; Bistronomic fue un pequeño laboratorio donde nos acercamos a algunas ideas que venían rondando en nuestras cabezas desde hace tiempo. Nos divertíamos mucho en el trabajo, disfrutábamos del restaurante y de nuestra vida en general y eso se notaba en el ambiente, era un lugar feliz!

     Empecé a escribir esto hace algún tiempo; al igual que todos los escritos que he hecho hasta ahora, van madurándose poco a poco. En este momento que termino de escribir este ya estoy por partir a otra ciudad, otro rumbo; la mar siempre llama y otras aventuras están por venir. En este tiempo descubrí cosas nuevas y redescubrí otras; volví a los paseos a la montaña y a pasar algo de tiempo con mis padres, desperté todos los días al lado de la mujer que quiero, encontré los mejores churros con chocolate de la ciudad que toda mi vida estuvieron ahí y no los había visto, desarrolle ideas increíbles, encontré un poco del equilibrio y la tranquilidad que buscaba, tuve un puerto; en resumen creo que vi un poquito de la Mérida que José Miguel ve; pero lo más valioso que descubrí  es que no importa el lugar, uno es feliz donde se siente feliz.

No hay comentarios:

Publicar un comentario